Preguntarse si hay un derecho a la energía es algo que no se hace habitualmente. La verdad, no pensamos en eso. Sin embargo, la falta de energía impide el disfrute de otros derechos respecto de los cuales sí se tiene conciencia de la necesidad de tenerlos, poderlos ejercer y gozar de su garantía. Me refiero a la salud, la alimentación, el trabajo, la vivienda y la educación, entre otros. No contar con esos derechos a plenitud, se considera que lesiona la dignidad humana y se lucha incesantemente por reclamarlos.
Usualmente tampoco se incluye la falta de energía como uno de los factores que constituyen la pobreza multidimensional, a pesar de que se trata de un sustento claro de los demás factores que la causan. Se trabaja en combatir la pobreza, se mide constantemente el progreso en superarla, pero sin hacer esa asociación. La pobreza multidimensional se calcula a partir de tres dimensiones básicas: salud, educación y niveles de vida, y en ninguna de ellas, se identifica claramente la urgencia de contar con energía.
Recientemente y gracias al fenómeno de la transición energética por razón del cambio climático, se ha venido mencionando el concepto de pobreza energética, que se define como la falta de acceso al servicio público de energía o la imposibilidad de pagar su costo. Se identifica su causa en la falta de servicios energéticos adecuados, asequibles, fiables y de calidad, para cierta parte de la población.
Sin embargo, no se hace la asociación entre la pobreza energética, y la falta de garantía de los derechos fundamentales y la vida digna. Tampoco se indica que el desbalance entre la oferta y la demanda de energía sea la causa de la crisis energética, que conduce igualmente a la pobreza energética y, con ello, a la pobreza multidimensional.
En cuanto al concepto de sostenibilidad, tan de moda por estos días, cabe recordar que uno de los objetivos de desarrollo sostenible para el 2030, es proveer energía para el desarrollo humano y considerarla como un bien de primera necesidad para la salud. Entonces, es evidente que para la comunidad internacional no es sostenible, carecer de energía. Por tanto, aun cuando se trabaje en ampliar las fuentes de energía para incluir las renovables y disminuir los efectos del cambio climático, mientras no se logre el balance de oferta y demanda de energía, no se está garantizando ese derecho y se atenta contra la seguridad energética.
Así las cosas, estamos en la necesidad de considerar todas las fuentes de energía para la transición, incluyendo las provenientes de los recursos naturales no renovables, para mantener un buen nivel de oferta. Descartarlas y renunciar a ellas, por razones climáticas, implica tratar de arreglar algo, causando un mal mayor. Ojalá que quienes nos gobiernan tuvieran en cuenta esto. La energía más cara es la que no se tiene, y estamos próximos a tener una crisis energética. Su deber está en trabajar en pro de la seguridad energética entendida como asegurar la cantidad de energía suficiente para mantener la vida y las actividades de las personas.
La sostenibilidad no sólo se preocupa de las generaciones futuras, sino de satisfacer las necesidades del presente. La seguridad energética no sólo se preocupa de las necesidades actuales sino de las generaciones futuras. Hoy la población del país necesita de electricidad, gas y carbón para satisfacer sus necesidades básicas y garantizar sus derechos fundamentales. ¡Bienvenido el concepto de derecho a la energía!
¿Quiere publicar su edicto en línea?
Contáctenos vía WhatsApp